Todo el que haya vivido un tiempo en Zaragoza sabe perfectamente que en esta ciudad existe una esquina lenta. Un lugar muy céntrico en el que la disposición de los edificios provoca una peculiar concentración del viento que casi impide caminar, que frena radicalmente los pasos del viandante, dando la impresión de que en ese pedazo de acera el tiempo se estira extraordinariamente, se roza la eternidad.

domingo, 28 de febrero de 2021

Tchaikovsky y las palomas


Resulta que, en una mañana libre, me puse El lago de los cisnes y un café con leche y me senté a escribir frente a la ventana que mira al Corcovado. Pero antes de empezar me distraje observando las palomas que revolotean cada día por las azoteas. Me pareció que entrecruzaban sus vuelos al son de la música, que bailaban para mí con un gusto exquisito, como si hubieran ensayado durante años para la ocasión. En principio me hizo muchísima gracia, y hasta les aplaudía. Cada una traducía en vuelo el sonido de un único instrumento. Una veloz hacía su entrada por el marco de la ventana en el mismo instante en el que un clarinete comenzaba a hablar, batía las alas y trazaba curvas como si tuviera frente al pico una partitura de volar, y se escondía tras una chimenea justo en el momento en el que concluía la frase musical. Cuando el arpa y el violín se demoraban, aparecían dos palomas planeando contra el viento, a una lentitud de maravilla. Se sumaban dos instrumentos, y otra pareja de lomo soleado aparecía por otra esquina del escenario y cruzaba su vuelo en exacta simetría. Entró toda la orquesta, y la bandada entera de decenas de palomas pasó frente a mí con alborozo. Destacaba entre todas ellas una blanquísima que debía de ser la primera bailarina. Al cabo de un tiempo, otra solitaria y gris, buscadora, descendió y ascendió en una curva perfecta camino de mi azotea, y su pecho brilló al sol muy cerca en el segundo exacto en el que brilló una nota magnífica. No hubo ni un solo error, y sí abundantes momentos de gran belleza y perfección técnica, durante más de dos horas, repito, durante más de dos horas, en el transcurso de las cuales yo fui pasando de la mofa de mí mismo a la sospecha y, por fin, al asombro mayúsculo. No me quedó más remedio que admitir el milagro. Supuse que cuando Dios montó las piezas del universo y le dio cuerda, ya había previsto este efecto de palomas. Lo difícil es ahora comprender el sentido de un milagro tan gratuito, y tan aparentemente laico, que ni la paloma blanca lucía aureola. ¿A qué amañar semejante prodigio de coincidencias ante los ojos de un único individuo, que además carece de cualquier crédito ante sus semejantes debido a su cultivo del cuento fantástico y su tendencia al pensamiento mágico? ¿El haber sido testigo de este milagro contará para mi proceso de canonización?

Es cierto que no todos los milagros son espectáculos de masas, y que desde la separación de las aguas del Mar Rojo hasta las apariciones de la Virgen ante unas pocas personas humildes se pudo apreciar una evidente evolución en el estilo, una marcada tendencia al intimismo. Lo que ocurre es que en algún momento la Iglesia se detuvo a crear su particular poética de los milagros, arrogándose la potestad no tanto de afirmar lo que es un buen milagro en toda regla frente a lo que es un milagro mediocre (sin calidad, poco innovador, para el consumo de masas, etc.) sino que, yendo aún más lejos, se atrevió a fijar la frontera que separaba el “milagro” del “no milagro”.

De esta manera, como en tantas otras cosas, la Iglesia inmovilista muy pronto se quedó por detrás de su tiempo, pues los milagros siguieron evolucionando, pero la Iglesia se negó rotundamente a aceptar los que eran más vanguardistas y rompedores.

La realidad es que en la época contemporánea los milagros han continuado desprendiéndose de esa antigua espectacularidad casi grandilocuente del Antiguo Testamento y han ido perdiendo el relumbrón de antaño para ceñirse a lo esencial, reduciendo su tamaño y visibilidad, refinándose, haciéndose más sutiles y confirmando que estamos inmersos en una etapa minimalista de lo sobrenatural.

Existen hoy en día apariciones marianas milimétricas, resurrecciones de moscas del vinagre, personas que levitan de una manera tan sutil que no llegan a despegarse del suelo, guijarros negros que hablan solo cuando nadie los ve, y partículas elementales que surgen de la nada y se van transformando en otras partículas en periodos de tiempo infinitesimales, que a nivel subatómico viene a ser, para que nos entendamos, lo mismo que si de repente surgiera de la nada una mujer, y esta se transformase en laurel al poco tiempo, y después en piedra, y acabase finalmente como sonoroso arroyo.


(Texto del libro inédito Otra vez la magia)


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