Todo el que haya vivido un tiempo en Zaragoza sabe perfectamente que en esta ciudad existe una esquina lenta. Un lugar muy céntrico en el que la disposición de los edificios provoca una peculiar concentración del viento que casi impide caminar, que frena radicalmente los pasos del viandante, dando la impresión de que en ese pedazo de acera el tiempo se estira extraordinariamente, se roza la eternidad.

jueves, 15 de septiembre de 2022

lunes, 17 de enero de 2022

Greguerías sobre viajes

 

El cuerpo viaja en avión y el alma viene nadando.

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En el avión dormimos con mujeres desconocidas.

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Las despedidas de emigrantes se vivían como extraños funerales multitudinarios, en los que los familiares partían al más allá en cuerpo y alma, en enormes y humeantes barcas de Caronte. 

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A veces, las nubes viajeras sienten súbitos impulsos de echar raíces. De ahí los relámpagos.

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El caracol no tiene un lugar adonde volver.

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Como el Estrecho de Magallanes, la vida no es un lugar para quedarse.

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En la estación de trenes, silencio de catedral. Postura de orantes de los viajeros consultando sus móviles.

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Una araña zancuda muy segura de sí misma camina a toda velocidad desde el mueble del televisor hasta el sofá, por el que trepa con facilidad. En otro sector, una hormiga exploradora, que nunca jamás llegará a cruzarse con la araña anterior, atraviesa errática una gran baldosa blanca. Dos moscas que han venido de no se sabe dónde, ahora se dan de topetazos contra el vidrio. Una ruidosa libélula viene a hacerles compañía a las moscas del cristal, y las tres parecen encontrar un placer recóndito en quejarse del mundo. Un gorrión entra por la puerta principal, se posa momentáneamente en la moldura del techo, y sale a continuación por la puerta del patio trasero. Hay otras dos o tres especies de insectos, de las que desconozco el nombre, cruzando el aire: algo parecido a un saltamontes minúsculo que impacta en mi rodilla; otra forma esbelta y bella, voladora, que baila en la luz sus bailes sutiles de hada. Y ambas especies autóctonas me hacen sentir extranjero. Llego a la conclusión de que mi sala de estar es un espacio público, una especie de estación de autobuses del ajetreado mundo animal, en la que yo apenas soy una presencia extraña más o menos tolerada, un vagabundo al que temporalmente se le permite vivir por aquí.