A pesar de los pesares, es mucho menos
arriesgado regalar ropa que regalar un libro: que una prenda de ropa le siente
bien al cuerpo no es tan complicado como que un libro le siente bien a un
espíritu. Y es que los cuerpos apenas aumentan en tallas, mientras que los
espíritus se desarrollan en formatos espeluznantes.
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