Desde el Romanticismo, el arte ya no es la imitación lo más fiel y perfecta posible de este mundo, sino la creación de mundos nuevos. Ya no interesan los modelos o moldes, sino la originalidad, el punto de vista novedoso, inaudito. El pensamiento anómalo.
Por eso, durante todo el siglo XX, y también en nuestros días, la genialidad artística no tiene contornos definidos, y se confunde inevitablemente con la locura. Estudios contemporáneos se preguntan incluso si la creación es un indicio o síntoma de enfermedad mental. Si la creación artística es en efecto una enfermedad, cabe preguntarse: ¿es contagiosa o genética? Y si es transmisible entre personas, ¿es deseable o perniciosa su propagación?
No hay comentarios:
Publicar un comentario